Uno de los descubrimientos más asombrosos para mi, en los últimos años ha sido el de la gran cantidad de gente que padece ansiedad, depresión y otros trastornos similares (en mayor o menor grado)

Creo que la ansiedad merece el honor de pasar a ser la enfermedad del siglo y si no se le presta más atención (medios de comunicación) es porque los que la padecen son capaces de llevar una vida más o menos normal, y prefieren seguir escondidos sin salir de su armario.

El descubrimiento que digo me asombra es lo fácil que afloran los casos entre conocidos cuando alguien da el primer paso y reconoce sufrir de ansiedad, crisis de pánico o depresión…
También he aprendido lo difí­cil que resulta para alguien que no lo ha experimentado ponerse en lugar del que sí­. Sin preguntarse ¿miedo de qué? ¿pero por qué no puedes?… si siempre has podido.

Escribo esto aquí­, porque aún hoy en dí­a, es muy fácil escuchar frases del estilo: «El cristiano no tiene ansiedad ni depresiones.» Nos surgió pasando la Semana Santa en el Desierto de las Palmas, en una de las homilí­as, y lo volvimos a escuchar hace poco. Entonces, vení­a a decir algo así­ como que la fuerza de la resurrección vence todos los miedos, el cristiano no debe tener miedos, ansiedad… Y yo digo ¡anda que no!

Si sabemos que el cristiano puede enfermar de gripe ¡cómo no va a poder caer en una ansiedad o depresión!
Afirmar este tipo de cosas es un peligro, para mi está claro que la fe te da una esperanza y sentido para la vida, que tu experiencia de Dios puede llenarte de fuerza, pero… si tienes que enfermar, enfermas. Y no hay nada peor que encima tener que preocuparse por cómo te puede pasar esto si eres una persona creyente.

Y me declaro culpable de haber participado en extender una falsa apariencia. Voy a intentar rectificar ahora:

Creo que la fe (o trascendencia en el sentido más amplio) es un aspecto de las personas que debe ser cuidado, creo que esa fe puede ayudarnos a construir una personalidad sobre roca, creo que vivir el Evangelio es una formidable manera de construir una vida propia mejor y un mundo para todos mejor. Pero esta fe no nos libra de una serie de enfermedades psicológicas que todos podemos pasar, y que hay que tratar, desde la fe y desde la medicina.

Por desgracia en nuestra sociedad aumentan las circunstancias que nos pueden llevar a la soledad, la despersonalización… para atajar todo esto, esforcémonos en construir el Reino de Dios.

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